Tres proyectos en la Zona Norte del Gran Buenos Aires proponen una separación tajante entre las áreas privadas y las comunes. También, una búsqueda de mayor identidad visual y arquitectónica.
ELENA PERALTA.
eperalta@clarin.com
Identidad y respeto al espacio privado. Tres proyectos en el Norte del Gran Buenos Aires apuestan a resolver dos aspectos de los condominios criticados por el arquitecto Jorge Vahedzian (JV & Asociados). Terrazas del Sol, en San Fernando; Milberg Village, en Tigre;, y Beccar Plaza, en San Isidro, intentan trazar una línea que muchas veces parece desdibujada en una de las tipologías más vendedoras del mercado: la frontera entre las áreas comunes con su multiplicidad de amenities, y las privadas, el interior de las viviendas invadido por la oferta de servicios."Uno de los eslogans de venta de los condominos es que las unidades parecen casas, haciendo una analogía entre la oferta de espacios verdes y la forma de vida similar a la de las viviendas individuales, pero uno de los aspectos claves a resolver es la privacidad, condición indispensable para la vida residencial", advierte Vahedzian.Según el arquitecto, el mercado exige una oferta cada vez más grande de amenities. Y lo que debería ser una ventaja termina atentando, en la vida cotidiana, contra la esfera privada. "No estoy en contra de los servicios y las áreas —dice—, pero los proyectos tienen que encontrar una resolución de diseño que evite la sensación de estar viviendo en un club o en un complejo de vacaciones, donde no hay demasiados problemas si la ventana del departamento da a la pileta o a las mesas del bar".El valor de los jardines. Vahedzian asegura que uno de los aspectos que complican la diferenciación entre lo público y lo privado es el uso del suelo. "En la búsqueda de generar más espacios de uso común, destinan el suelo disponible para que sea usado por todos, y así desaparece el jardín sin uso determinado".En Milberg Village, un condominio que empezará a construirse en junio en Rincón de Milberg, partido de Tigre, Vahedzian propuso todo lo contrario. El complejo está organizado en torno a un gran cuadrado verde de 80 metros por 80 que no tiene otra función que el de parque de descanso pasivo.Los diez edificios están dispuestos alrededor de ese gran claustro abierto, con la escala de una plaza urbana. "Conforman una geometría regular alrededor de la plaza paisajística, sin usos activos, pero que separa los edificios dándole privacidad a las unidades", explica el arquitecto.Las circulaciones públicas determinan claramente los límites del cuadrado verde. Dentro del parque las circulaciones son sólo peatonales. En el centro, el proyecto prevé la instalación de un espejo de agua. Los usos compartidos (pileta, gimnasio, guardería y cafetería) están resueltos en un apéndice del terreno, alejados de los departamentos.El proyecto ataca también otro punto criticado de los condominios: la falta de identidad. "Quisimos lograr referentes particulares, accidentes y variedad de resoluciones, de tal manera que no fuera necesario ponerle número a los edificios para identificarlos", agrega Vahedzian.Así las construcciones, de planta baja y tres pisos, se proyectaron a través de cuatro tipologías diferentes. Además, se modificó la resolución de los balcones y los materiales de las fachadas para lograr que la diferenciación las construcciones fuera aún mayor.Nuevo barrio. En el caso de Beccar Plaza, actualmente en construcción, los proyectistas se encontraron con un terreno de cuatro hectáreas, donde funcionaba una fábrica de papel. El predio obstruía el tejido residencial característico de Beccar, casi una oportunidad de diferenciar la nueva urbanización. "Definimos la conformación de dos manzanas completas y de dos completamientos de manzana, abriendo algunas calles en forma discontínua, proponiendo un paisaje urbano atípico, a favor del tránsito lento, con cortaditas y curvas", explica Vahedzian.El proyecto, que tiene fecha de final de obra para marzo de 2009, se vuelca sobre una calle nueva, Riobamba, perpendicular al río y a la avenida Centenario. Riobamba, de 300 metros de largo, es la protagonista del proyecto. La calle corta al medio el conjunto. A sus costados, los edificios se retiran separados de la calle por veredas parquizadas de ocho metros de ancho, que funcionan como plazas lineales y permiten visuales hacia el interior de las manzanas. El conjunto comparte dos tipologías: edificios de departamentos y casas apareadas. Riobamba es la separación entre estas dos clases de vivienda, y como además es la vía de ingreso vehicular desde el exterior del condominio, genera la sensación de un barrio nuevo en contraste al tejido tradicional de Beccar.
ELENA PERALTA.
eperalta@clarin.com
Identidad y respeto al espacio privado. Tres proyectos en el Norte del Gran Buenos Aires apuestan a resolver dos aspectos de los condominios criticados por el arquitecto Jorge Vahedzian (JV & Asociados). Terrazas del Sol, en San Fernando; Milberg Village, en Tigre;, y Beccar Plaza, en San Isidro, intentan trazar una línea que muchas veces parece desdibujada en una de las tipologías más vendedoras del mercado: la frontera entre las áreas comunes con su multiplicidad de amenities, y las privadas, el interior de las viviendas invadido por la oferta de servicios."Uno de los eslogans de venta de los condominos es que las unidades parecen casas, haciendo una analogía entre la oferta de espacios verdes y la forma de vida similar a la de las viviendas individuales, pero uno de los aspectos claves a resolver es la privacidad, condición indispensable para la vida residencial", advierte Vahedzian.Según el arquitecto, el mercado exige una oferta cada vez más grande de amenities. Y lo que debería ser una ventaja termina atentando, en la vida cotidiana, contra la esfera privada. "No estoy en contra de los servicios y las áreas —dice—, pero los proyectos tienen que encontrar una resolución de diseño que evite la sensación de estar viviendo en un club o en un complejo de vacaciones, donde no hay demasiados problemas si la ventana del departamento da a la pileta o a las mesas del bar".El valor de los jardines. Vahedzian asegura que uno de los aspectos que complican la diferenciación entre lo público y lo privado es el uso del suelo. "En la búsqueda de generar más espacios de uso común, destinan el suelo disponible para que sea usado por todos, y así desaparece el jardín sin uso determinado".En Milberg Village, un condominio que empezará a construirse en junio en Rincón de Milberg, partido de Tigre, Vahedzian propuso todo lo contrario. El complejo está organizado en torno a un gran cuadrado verde de 80 metros por 80 que no tiene otra función que el de parque de descanso pasivo.Los diez edificios están dispuestos alrededor de ese gran claustro abierto, con la escala de una plaza urbana. "Conforman una geometría regular alrededor de la plaza paisajística, sin usos activos, pero que separa los edificios dándole privacidad a las unidades", explica el arquitecto.Las circulaciones públicas determinan claramente los límites del cuadrado verde. Dentro del parque las circulaciones son sólo peatonales. En el centro, el proyecto prevé la instalación de un espejo de agua. Los usos compartidos (pileta, gimnasio, guardería y cafetería) están resueltos en un apéndice del terreno, alejados de los departamentos.El proyecto ataca también otro punto criticado de los condominios: la falta de identidad. "Quisimos lograr referentes particulares, accidentes y variedad de resoluciones, de tal manera que no fuera necesario ponerle número a los edificios para identificarlos", agrega Vahedzian.Así las construcciones, de planta baja y tres pisos, se proyectaron a través de cuatro tipologías diferentes. Además, se modificó la resolución de los balcones y los materiales de las fachadas para lograr que la diferenciación las construcciones fuera aún mayor.Nuevo barrio. En el caso de Beccar Plaza, actualmente en construcción, los proyectistas se encontraron con un terreno de cuatro hectáreas, donde funcionaba una fábrica de papel. El predio obstruía el tejido residencial característico de Beccar, casi una oportunidad de diferenciar la nueva urbanización. "Definimos la conformación de dos manzanas completas y de dos completamientos de manzana, abriendo algunas calles en forma discontínua, proponiendo un paisaje urbano atípico, a favor del tránsito lento, con cortaditas y curvas", explica Vahedzian.El proyecto, que tiene fecha de final de obra para marzo de 2009, se vuelca sobre una calle nueva, Riobamba, perpendicular al río y a la avenida Centenario. Riobamba, de 300 metros de largo, es la protagonista del proyecto. La calle corta al medio el conjunto. A sus costados, los edificios se retiran separados de la calle por veredas parquizadas de ocho metros de ancho, que funcionan como plazas lineales y permiten visuales hacia el interior de las manzanas. El conjunto comparte dos tipologías: edificios de departamentos y casas apareadas. Riobamba es la separación entre estas dos clases de vivienda, y como además es la vía de ingreso vehicular desde el exterior del condominio, genera la sensación de un barrio nuevo en contraste al tejido tradicional de Beccar.
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