Para albergar una sede universitaria, un dock en Puerto Madero fue totalmente renovado en su organización interior. El proyecto de Urgell-Penedo-Urgell optimiza la fluidez circulatoria y la transparencia. Se reutilizaron materiales de la estructura original.
Aunque ya es una postal conocida de Buenos Aires, lo cierto es que el campus de la Pontificia Universidad Católica Argentina –tal su nombre completo– en Puerto Madero, recién ahora está en vías de ver terminadas las obras que le darán su configuración definitiva, gracias a la puesta en valor y refuncionalización del Dock 12, el último que faltaba reciclar, y que desde este año alberga a la Escuela de Posgrado. Es probable que el proyecto para este volumen, a cargo del estudio Urgell-Penedo-Urgell, constituya uno de los reciclajes más audaces de este barrio ribereño, ya que detrás de la fachada de estilo inglés y ladrillo visto, que conservó su imagen incorruptible y severa, se esconde una operación de cirugía mayor que subvierte por completo su lógica compositiva original. Sin embargo, sería incorrecto decir que del original sólo quedó la cáscara, ya que, en realidad, la obra conservó casi tanto como lo que modificó: sobre todo elementos constructivos, que fueron resignificados y vueltos a usar. Para ubicar a esta obra en su contexto general, hay que recordar que el campus de la UCA abarca los cuatro docks del Dique 2, adjudicados a la institución entre 1991 y 1992, a través de un concurso público de proyecto y precio. Pero, mientras los tres que llevan los números 9, 10 y 11, contando de norte a sur, funcionan a pleno desde hace años, el 12, había quedado retrasado y a la espera de que se definiera su destino. Ahora, a pesar de que todavía falta completar los últimos dos niveles, el tercer piso y el cuarto –que en rigor es un entrepiso–, puede decirse que sin duda la espera valió la pena.El carácter de esta obra es inseparable de la historia de su concepción. Una década y media atrás, cuando ni siquiera se sabía qué dependencias de la universidad iba a albergar el edificio, resultó urgente encarar una serie de obras comprometidas con la Corporación Antiguo Puerto Madero con el fin de evitar que avanzara su deterioro material, ya bastante crítico. Ese trabajo se debió iniciar sin que el programa arquitectónico estuviera definido, cosa que según los proyectistas, sin embargo, resultó de lo más natural: "En la arquitectura educacional, como en la hospitalaria, es común que se defina un sistema adaptable a lo que más tarde pida el programa", aseguran.En esta primera etapa, entonces, dado el valor patrimonial de estos galpones construidos a fines del siglo XIX, destinado originalmente a depósitos de mercancías, se tomó la decisión de ser "conservadores por fuera", ajustándose estrictamente al estilo original. Se reservaron para el interior, en cambio, la posibilidad de una intervención más contemporánea. Al mismo tiempo, avanzaron con la reforma estructural, que partió de una premisa clave: conseguir plantas de máxima flexibilidad. Curiosamente, la mitad del edificio contaba con una estructura metálica, un "Mecano" de piezas de hierro fundido atornilladas una a otras, con entrepisos de madera, mientras que la otra mitad era de hormigón; pero en toda la planta existía una grilla de columnas con una luz de 3,50 por 3,50 metros. El análisis estructural diagnosticó que era posible suprimir casi la mitad de columnas, tanto centrales como perimetrales, cosa que se hizo para limpiar la planta y ensanchar las luces hasta 10,50 metros (el triple), y en algunos sectores 17,50 (el quíntuple). Lejos de deshecharse, los elementos estructurales fueron convertidos en steel decks que se aprovecharon para reemplazar algunos entrepisos de madera muy deteriorados. Pero, además de esta suerte de "limpieza" estructural, la operación clave consistió en modificar la disposición original, que constaba de seis naves transversales –separadas entre sí por gruesos muros macizos de piedra–, para generar una nueva en sentido longitudinal. La nueva estructuración abarca desde el subsuelo, donde los muros fueron cortados para dar lugar al estacionamiento subterráneo, hasta el techo. Allí, donde había tres líneas de cabreada transversales sobre las viejas naves, se montó una sola, dispuesta a lo largo del edificio, pero que sin embargo está hecha con los componentes originales de las que se suprimieron. Gracias a este cambio, en el eje longitudinal del segundo piso se generó con una luz entre columnas de 17,5 metros, ya allí se ubicó el SUM, coronado por un techo a dos aguas.Plantas rajadasEsta organización de los espacios se aprovechó para generar un interior en forma de claustro, en la que el corazón del edificio se destinó a áreas de uso común, como el SUM, el aula magna y la sala de lectura, mientras que las aulas comunes se volcaron sobre las fachadas. Para más detalles, las destinadas al dictado de clases ocupan los frentes largos (sobre el dique y la avenida Alicia Moreau de Justo), mientras que se reservaron los frentes cortos, en el Norte y el Sur, para áreas de investigación. La disposición así escindida en corazón y perímetro quedó enfatizada con la apertura de dos grandes patios longitudinales, a modo de rajas, que cortan todas las plantas y llega hasta la cubierta, donde rematan en dos largas claraboyas que proveen luz solar a todos los pisos. Estas rajas operan como separación espacial y funcional entre los sectores perimetrales y los centrales, además de favorecer la transparencia interior. La segunda etapa del reciclaje abarcó la arquitectura interior, en la que destaca la búsqueda de transparencia. Por caso, es posible apreciar el interior del SUM cabreadas desde prácticamente todo el edificio, con la posibilidad de cerrarse mediante cortinados cuando su uso lo requiera. Por último, la tercera etapa, todavía en obra, abarcará el tercer piso y el cuarto –que en rigor es un entrepiso–, destinados a laboratorios especiales. Puede decirse que, si la arquitectura interior define al edificio como una obra única y original entre los cuatro docks del campus, hay otras intervenciones, sobre todo en la fachada, que dialogan con todo el conjunto. Por caso, en la fachada Sur, que es también el extremo sur de todo el campus, se dispuso una gran abertura de vidrio con marquesina, de uso exclusivamente ceremonial. que, según los proyectistas, es una "reinterpretación de la que ya había en el extremo opuesto del campus, es decir, en la fachada Norte del dock 9". De este modo, se busca definir una unidad formal para todo el conjunto. Sobre la fachada Norte, en tanto, se ubicó el acceso ligado al uso cotidiano, con un volumen adosado de hormigón y vidrio –un anexo a la fachada previsto por la normativa– que abre a un hall amplio, que a su vez conecta en forma fluida con la sucesión de túneles subterráneos que comunican a los cuatro docks. «
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